La mujer padecía enfermedades crónicas, que sumadas al duelo, la consumieron hasta la muerte.
En menos de una semana, la tristeza llevó a la tumba a Liliana del Carmen Utrilla Guillén, esposa del policía que fue asesinado en el centro de Cancún el miércoles pasado.
Esta mañana fue sepultada junto al cuerpo de su marido, el oficial municipal Carmen Guerra Pinto, quien perdió la vida al instante tras recibir un disparo cuando estaba dentro de su patrulla, en la Supermanzana 68 de Cancún, entre la avenida López Portillo casi equina con Bonampak.
“Las enfermedades se le fueron complicando, a parte de la tristeza que ella tenía por haber perdido a su esposo de esa manera. Ella sentía un gran peso encima por haberse quedado sola con sus hijos y eso poco a poco la llevó a fallecer”, dijo Graciela Jiménez Guillén, hermana de Liliana.
Utrilla Guillén padecía diabetes, hipertiroidismo y fue hospitalizada por insuficiencia respiratoria aguda luego de días de no comer y de no abrir los ojos.
“Después del entierro de su esposo ella empezó a ponerse muy mal, se dejó caer. A partir de ese momento dejó de comer, no quería abrir los ojos, empezó con más complicaciones se debilitó más, al punto de tener un paro cardiaco”, relató su hermana desde el cementerio de Puerto Morelos.
Tras las complicaciones fue trasladada de emergencia al hospital Costamed y después, al Hospital General de Playa del Carmen, en donde sus familiares no recibieron información sobre su estado de salud, hasta que falleció, el lunes pasado.
“En el documento del hospital, el certificado médico, aparece como caso sospechoso de COVID, cuando ella no tuvo esa enfermedad”, afirma Jiménez Guillén.
La familia insistió en que el cuerpo no fuera cremado y que se les permitiera sepultarlo junto a su esposo.
“Es un dolor muy grande, es muy difícil de asimilar, deja a sus dos hijos (menores de edad) solos y nosotros no tenemos dinero”, lamenta.