México tiene una gran oportunidad de beneficiarse del friendshoring, gracias a la cercanía que tiene con EU, que es la economía más grande el mundo, y a su integración en el T-MEC.
Si bien buscar aprovechar las ventajas comparativas que tiene cada país ha sido la principal motivación para establecer cadenas de producción fragmentadas internacionalmente, factores como las medidas heterogéneas implementadas por los países para mitigar la pandemia, los desastres naturales, la guerra entre Rusia y Ucrania y las represalias económicas por conflictos geopolíticos, han evidenciado la necesidad de reconfigurar el actual sistema de la manufactura mundial.
Las causas de los desastrosos efectos económicos de las recientes disrupciones en las cadenas de producción se asocian con la nula diversificación y especialización de estas, que han incrementado la dependencia a los centros manufactureros establecidos principalmente en Asia. Así como con las implicaciones negativas de la lejanía geográfica que existe entre los sitios de producción y los de consumo que, ante choques adversos de logística que evitan el libre tránsito de las mercancías, generan escasez e incrementos sustanciales de los costos.
Ante esta experiencia, las empresas trasnacionales están diseñando estrategias para mitigar dichos riesgos y fortalecer la resiliencia de su producción, mediante: i) la contratación de proveedores de insumos en distintas áreas geográficas; ii) la acumulación de inventarios, principalmente de insumos; y, iii) la reubicación de la producción, regresando la operación de las fábricas a su lugar de origen (reshoring) o localizándola en países más cercanos al lugar de consumo (nearshoring) y que sean confiables y compatibles políticamente (friendshoring).
México tiene una gran oportunidad de beneficiarse de esta última estrategia, gracias a la cercanía territorial que tiene con Estados Unidos, que es la economía más grande el mundo, y a su integración en el T-MEC. No obstante, trasladar la infraestructura y relocalizar la capacidad instalada implicará elevados costos y mucho tiempo. Por ello, de concretarse, sus efectos en la economía serán graduales.
Hasta el momento, existen algunos indicios que alimentan las esperanzas de que nuestro país podría convertirse en uno de los destinos a los que se muden las cadenas de producción. Hace algunos días, la Secretaría de Economía publicó la cifra preliminar de Inversión Extranjera Directa (IED) del tercer trimestre del año, la cual muestra un monto acumulado de 32 mil 147.4 millones de dólares de enero a septiembre del presente año.
Con ello, se tiene un crecimiento de 29.5 por ciento respecto al mismo periodo del 2021 y el segundo mayor monto acumulado para un tercer trimestre desde que inicia la serie histórica en 1980. Al interior, se observa que el 45.2 por ciento corresponde a nuevas inversiones, el 43.7 por ciento a reinversión de utilidades y el 11.1 por ciento a cuentas entre compañías. Mientras que, el 55.7 por ciento de la IED provino de 3 países: Estados Unidos (39.1 por ciento del total), Canadá (9.5 por ciento) y España (7.1 por ciento).
Entre los principales destinos de inversión se encuentran la Ciudad de México (32.0 por ciento del total), Nuevo León (8.7 por ciento), Jalisco (7.5 por ciento), Chihuahua (5.25 por ciento) y Guanajuato (5.2 por ciento). Mientras que los sectores que han capturado el 85.8 por ciento de la IED son el de manufacturas (36.3 por ciento del total), transporte (14.5 por ciento), información en medios masivos (13.6 por ciento), servicios financieros y de seguros (11.6 por ciento), comercio (5.8 por ciento) y minería (4.0 por ciento).
Aunque es difícil medir cuál ha sido el impacto del nearshoring dentro de estas cifras, una encuesta realizada por el Banco de México a diversas empresas muestra que se han comenzado a observar beneficios en la producción e inversión de nuestro país a consecuencia de la reubicación de las empresas que busca acercar su producción a EU, lo que es consistente con el incremento de la IED.
Hacia adelante, será indispensable promover un ambiente que atraiga la inversión, al fortalecer el Estado de derecho, facilitar los procesos para establecer nuevos negocios, combatir la inseguridad, ampliar la infraestructura de carreteras y electricidad. De tal manera, que México pueda aprovechar la coyuntura y posicionarse como un nuevo centro de producción de América del Norte.